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De que me quejo si no tengo nada



Durante un viaje hace 4 años; recibí una hermosa lección de vida, pude ver como a veces nos preocupamos de tantas cosas que perdemos de vista lo esencial.


En esa ocasión mi esposa y yo viajamos a la frontera con México, fuimos acompañar una familia que nos invitó a una celebración. Tuvimos el honor y la oportunidad de sentir la alegría de la amistad y el amor. Fue una pequeña ciudad la que visitamos, sentí como llegaba a otra “dimensión” en cámara lenta. Generalmente cuando vas de ciudades grandes a pequeñas, sientes que vas más lento. Lo que pasa que ves pasar el tiempo a otro ritmo y nos cuenta trabajo relajarnos para entrar en el ritmo de la ciudad que se visita.


No hay necesidad de decir el nombre de la ciudad, ya que puede ser cualquier pueblo o ciudad de nuestros países de origen. Lo primero que experimente es el culto a la “lentitud” en el tiempo; pasaba todo despacio. Al llegar al lugar de la reunión desde la entrada sentí frio, era como un “refrigerador”, el lugar no tenía calefacción. Al principio no nos importó. Sin embargo, más tarde cuando nos disponíamos a ir a cenar, fuimos primero a otro lugar donde aprendí algo muy importante. El lugar a donde fuimos estaba más frio, pero mire a la gente y sus hijos como correteaban alrededor sin dejar de sonreír, a pesar de las carencias y el clima.


Ellos también sentían el frio como nosotros, pero nadie se quejaba de por qué no había un calentador o buenos espacios para sentarse; solo con ver el lugar parecía que se rompería con la mirada; tenían muchas carencias; pero lo que si había era el gozo de las personas que a pesar de no estar cómodos ellos disfrutaron el momento, durante la celebración y el convivo. En mi pensamiento me sentía avergonzado pensando como muchos nos quejamos porque no nos gusta estar incómodos. Pero decidí a pesar del clima y del lugar solo vivir el momento, festejar, reír, convivir y dar gracias de que estaba ahí por que pude aprender que no importa lo que tengas o dejes de tener, lo mejor lo llevamos cada uno en la jornada de la vida, el amor por los demás; sentí el calor y la ternura de mi esposa con su mirada, así como la de nuestros amigos



Las pocas personas que asistieron no se quejaban (están acostumbrados a no tener nada o no estar cómodos). Y eso es lo que me avergüenza que en muchas familias tenemos cosas de más y de todos modos no estamos contentos de las bendiciones que ya tenemos.


Volví a ver con gusto como niños y niñas corrían alrededor disfrutando jugar sin juegos de video o aparatos electrónicos. Estaban gozando y sé muy bien que disfrutan lo poco que tienen con mucha alegría porque con su imaginación podían hacer que un simple bote de aluminio fuera su mejor juguete.


Los invito a que gocemos las cosas sencillas y dejemos que la gracia de Dios se derrame en todas nuestras familias, siendo nosotros la ofrenda de amor y dar gracias por lo que tenemos mejorando todos los aspectos de nuestras familias.


Bendiciones.



 
 
 

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